Flora y fauna


Los ecosistemas nativos de las riberas lacustres texcocanas han sido modificados grandemente por la acción de la presencia humana. Desde su llegada al valle de México, los seres humanos se han servido de los recursos del lago para su supervivencia. En la ribera oriental, por ejemplo, existen evidencias arqueológicas que señalan que en aquella región (Tlapacoya y Tepexpan), los hombres cazaban mamutes, venados y otros animales salvajes.

Al paso de los siglos, con el desarrollo de la vida sedentaria en Mesoamérica, los hombres aprovecharon todos los materiales de que el lago proveía. Sus riberas estaban cubiertas de unos juncos que en México se conocen como tule; de sauces y otros árboles como ahuehuetes y ahuejotes. Era posible encontrar algas en las orillas, y pescar diversos géneros de peces y anfibios, especialmente boquerones y ajolotes. El lago de Texcoco era destino de numerosas aves migratorias, como la gallareta, patos de diversas variedades, garzas, charadiformes de varias clases (conocidas en México con el nombre genérico de chichicuilotes), y numerosos etcétera. También era el hogar de numerosas especies de mamíferos menores, especialmente roedores.

Sin embargo, la desecación de los lagos puso fin a la presencia de la mayor parte de estas especies. Las aves migratorias se alejaron de los lagos del centro de México, o fueron exterminadas, como los mamíferos, por la cacería indiscriminada. Al reducirse la extensión del lago, la fauna acuática y la vegetación también padecieron una reducción o desaparición en amplias zonas de la ribera, al grado de que en la actualidad, los árboles de la familia Salix han dado paso a otros como el eucalipto, el pirul y los pinos.

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