Territorio y centros ceremoniales


Los centros ceremoniales son la base de las poblaciones de Mesoamérica. Éstos determinan la existencia del urbanismo, que no es más que una porción del espacio que caracteriza a los centros ceremoniales, que a su vez constituyen el corazón del espacio sagrado. Los centros tienen como función orientar el espacio y transmitir esta orientación al espacio que los rodea. Las ciudades con su centro ceremonial constituían siempre la entidad política y cada hombre se podía identificar según la ciudad en que vivía.

“No hay hombre tribal, el etnocentrismo natural de los pueblos hace que prácticamente todos se autodesignen como los hombres. Por otra parte la pluralidad étnica de mesoamérica no permite asociar una etnia y un territorio; así la ciudad es la que crea la identidad: ser mexica significa habitar en México; ser zapoteco en Zapotlán”. (Duverger, 1996: 77)

Los centros ceremoniales siempre eran construidos para ser vistos. Las pirámides eran construcciones que sobresalían del resto de la ciudad, para manifestar a sus dioses y sus capacidades. Otro rasgo característico de los centros ceremoniales son los sedimentos históricos. Toda construcción ceremonial era construida en varias fases constructivas, una sobre la otra, de suerte que lo que se observa en la actualidad suele ser la última etapa de la construcción. En pocas palabras los centros ceremoniales son la traducción arquitectónica de la identidad de cada ciudad proyectada en la veneración a sus dioses y amos.

Juego de pelota


El juego de pelota es uno de los rasgos culturales más importantes de Mesoamérica. No se trata de un deporte aunque por su nombre la mayoría de las veces es asociado a este término. Hay que entenderlo como un rito y el terreno donde se juega está siempre ubicado entre centros ceremoniales. Este juego tenía una esencia cósmica, a éste se le relacionaba con el movimiento solar y con el movimiento del universo; dicho movimiento se representaba con la ayuda de la pelota, la cual era de hule endurecido que lo sacaban de la savia de una higuera; utilizaban principalmente este material por la capacidad de rebotar.

En el juego existían muchas reglas, pero éstas cambiaban según las regiones donde se practicaba. Había uno en donde solamente se podía jugar con las manos, otro en que empleaban las caderas y los codos, o bien uno en el que se utilizaba solamente bate. Para cada tipo existían diferentes terrenos: uno con banquetas para que la pelota rebotara a la altura de la cadera, otro con el suelo removido. En general todos los campos tenían la forma de I y en los extremos se podía encontrar uno cabezas de aves como en Copán o grandes anillos por los cuales tenía que atravesar la pelota, como en Xochicalco. El juego de pelota concluía con un sacrificio humano, lo que no se sabe es si el sacrificado era el capitán del equipo ganador o del perdedor; que en la mayoría de los casos eran prisioneros de guerra.

Nahualismo


Se conoce como nahualismo a la capacidad que tiene el ser humano de recubrirse con un aspecto animal, o la práctica del Nahual. Esta palabra se le da por un lado a la encarnación animal de un hombre y por el otro al hombre que tiene el poder de encarnarse en ese animal, pero lo que hay en el fondo de esta creencia es la afirmación de que se puede ser hombre y animal a la misma vez; además es estrictamente individual no como en el totemismo que tiene un valor colectivo. Existen nahualli muy conocidos como el jaguar y el águila; también de animales más modestos como el perro, el armadillo, el tlacuache, etc.

Dentro del arte prehispánico, el nahualismo ha recibido diversas formas de interpretación, la primera forma es poco entendible para nosotros, ya que se tiene la impresión de estar frente a un armadillo o a un jaguar, pero en realidad lo que representa es un nahualli de un dios o un soberano. La segunda forma se presenta más directa, el hombre y su doble se representan juntos como una criatura antropozoomorfa, es decir, una parte de humano ya sea la cabeza, los brazos; y una parte de animal como pueden ser patas, pico, cola, etc. El nahualismo es una idea típica de Mesoamérica por la que se designa exclusivamente a la relación hombre-animal.

Politeísmo


La gran extensión del panteón mesoamericano se dio gracias a la incorporación de elementos ideológicos – religiosos nuevos a la primigenia religión Fuego – Tierra – Agua – Naturaleza. La importante incorporación de las divinidades astrales (sol, estrellas, constelaciones, Venus) y su representación en esculturas antropozoomorfas antropomorfas, zoomorfas o formas de objetos cotidianos.

Las cualidades de los dioses y sus atributos fueron cambiando a través del tiempo y de la influencia cultural de otros grupos mesoamericanos. Dioses que a la vez son tres entes cósmicos diferentes y a la vez son solo uno. La religión mesoamericana tiene una característica importante: la existencia del dualismo entre las divinidades. El enfrentamiento entre polos opuestos: positivo, ejemplificado con la luz, lo masculino, la fuerza, la guerra, el sol, etc.; y lo negativo, la oscuridad, lo femenino, el sedentarismo, la paz, la luna, etc.

Preclásico Medio


La segunda parte del período que ahora nos ocupa es denominada Preclásico Medio, y comprende los siglos que van de 1200-400 a. C. Se trata de una época de intensos cambios tecnológicos, especialmente en los que respecta a la agricultura. En algunas regiones clave del territorio mesoamericano se construyen los primeros sistemas de irrigación o de control de aguas. En su libro sobre la agricultura mesoamericana, Palerm consideraba que la movilización de grandes cantidades de mano de obra para la realización de los proyectos hidráulicas es un indicio de una sociedad segmentada, con un Estado fuertemente centralizado.

Época precolombina


Las riberas del lago de Texcoco han sido ocupadas por lo menos desde hace unos 25 mil años, como demuestran los restos arqueológicos de Tlapacoya. Más recientes son los del Hombre de Tepexpan --que en realidad era mujer--, y de la mujer del Peñón. Estos datan de menos de 6 mil años AP. Los primeros habitantes de la ribera y los islotes se dedicaban a la cacería, recolección y pesca.

Luego de la consolidación de las sociedades agrícolas mesoamericanas, las riberas del lago de Texcoco se convirtieron en uno de los principales focos de desarrollo en el proceso civilizatorio de Mesoamérica. Durante el horizonte preclásico (3000 a. C.--150 d. C.), el noroeste del lago fue el asiento de numerosos pueblos que recibieron influencia de las tradiciones cerámicas del occidente mesoamericano. Entre estos primeros establecimientos se encuentran Tlatilco, Zacatenco y El Arbolillo, que pertenecen al actual estado de México. Se ha propuesto como hipótesis que estos pueblos habrían pertenecido a la familia lingüística otomangueana, que por aquel tiempo debió ocupar extensas zonas del centro y sur de México. Por otro lado, en el oriente del lago, Chimalhuacán y Tlapacoya seguían siendo centros de población importantes, dedicados al cultivo del maíz.
A partir del siglo II dC, la población de la cuenca comenzó a concentrarse en uno de los valles asociados al lago de Texcoco, para formar la que sería una de las más importantes metrópolis de Mesoamérica. Estamos hablando de Teotihuacan, ubicada al noreste del lago, dedicada a la agricultura y al comercio interregional. Teotihuacan fue una ciudad habitada por personas de distintos orígenes étnicos, y fue el corazón de la política, la economía y la cultura mesoamericana desde el siglo II hasta el siglo VIII, en que comenzó su proceso de decadencia.

Con la recesión teotihuacana, la cuenca del lago de Texcoco fue uno de los destinos principales de los grupos migrantes provenientes del norte de Mesoamérica. Algunos de estos pueblos habían abandonado sus lugares de origen debido a la catástrofe ecológica que puso fin a la cultura agrícola en el semidesierto del norte de Mesoamérica. Otros eran grupos nómadas de frontera que aprovecharon la situación de caos político dominante en el área nuclear mesoamericana. Además, algunos pobladores de Teotihuacan se refugiaron en antiguas poblaciones ribereñas del lago, como Azcapotzalco, Culhuacán, Chimalhuacán y Portezuelo.

Venidos del norte eran los chichimecas, pueblos de filiación náhuatl, que al mezclarse con la población originaria, dieron lugar a la cultura tolteca en el siglo IX. Su hegemonía no duraría más allá del siglo XI; cuando nuevos pueblos nahuas se establecieron en las orillas del lago de Texcoco. Ejemplo de ello es Tenayuca, una población en el noroeste del lago habitada por chichimecas. Los últimos en llegar fueron los mexica, que luego de merodear por la ribera de los lagos de Xaltocan, Texcoco y Xochimilco, finalmente se establecieron en el islote de México, donde fundaron Tenochtitlan, la capital del Estado militar más extenso que conoció Mesoamérica.

Flora y fauna


Los ecosistemas nativos de las riberas lacustres texcocanas han sido modificados grandemente por la acción de la presencia humana. Desde su llegada al valle de México, los seres humanos se han servido de los recursos del lago para su supervivencia. En la ribera oriental, por ejemplo, existen evidencias arqueológicas que señalan que en aquella región (Tlapacoya y Tepexpan), los hombres cazaban mamutes, venados y otros animales salvajes.

Al paso de los siglos, con el desarrollo de la vida sedentaria en Mesoamérica, los hombres aprovecharon todos los materiales de que el lago proveía. Sus riberas estaban cubiertas de unos juncos que en México se conocen como tule; de sauces y otros árboles como ahuehuetes y ahuejotes. Era posible encontrar algas en las orillas, y pescar diversos géneros de peces y anfibios, especialmente boquerones y ajolotes. El lago de Texcoco era destino de numerosas aves migratorias, como la gallareta, patos de diversas variedades, garzas, charadiformes de varias clases (conocidas en México con el nombre genérico de chichicuilotes), y numerosos etcétera. También era el hogar de numerosas especies de mamíferos menores, especialmente roedores.

Sin embargo, la desecación de los lagos puso fin a la presencia de la mayor parte de estas especies. Las aves migratorias se alejaron de los lagos del centro de México, o fueron exterminadas, como los mamíferos, por la cacería indiscriminada. Al reducirse la extensión del lago, la fauna acuática y la vegetación también padecieron una reducción o desaparición en amplias zonas de la ribera, al grado de que en la actualidad, los árboles de la familia Salix han dado paso a otros como el eucalipto, el pirul y los pinos.

Centroamérica


El área mesoamericana conocida como Centroamérica ocupa la zona occidental de Honduras y Nicaragua y las áreas circundantes del golfo de Nicoya en Costa Rica, donde existieron los reinos de Nicoya y Chorotega. Se trata de una región de clima tropical, con actividad telúrica importante, que incluye además los dos grandes lagos mediterráneos de América Central: el Nicaragua y el Managua. Como en el caso de la región Norte, Centroamérica formó parte del mundo mesoamericano sólo temporalmente. Se suele considerar que los pueblos centroamericanos forman parte de la llamada zona de transición entre el Área Intermedia, el mundo andino y Mesoamérica. Los primeros contactos entre el área nuclear mesoamericana ocurrieron en el preclásico, como indica la influencia olmeca en el área. Sin embargo, en el período Clásico las relaciones se interrumpieron y Centroamérica recibió un mayor influjo de las culturas del altiplano colombiano. Ejemplo de ello es el desarrollo temprano de la metalurgia en Centroamérica con respecto al resto de los pueblos mesoamericanos, sin embargo en el sitio famoso de Quelepa en la zona oriental de El Salvador se ve el comercio y gran influencia de Teotihuacan y Copán primeramente y luego con los sitios de Veracruz. Para el período Posclásico, toda el área quedó incluida más el occidente en la esfera mesoamericana, esta vez ampliada hasta el departamento de Escuintla en Guatemala, y fue invadida por pueblos como los pipiles y nicaraos, hablantes de náhuat, un dialecto del idioma de los mexicas y se percibe en la cultura y arquitectura la influencia de los Toltécas y Aztécas.

Norte


La zona Norte de Mesoamérica formó parte de esta superárea cultural sólo durante el período clásico (150-750 d. C.), en que el apogeo de Teotihuacan y el crecimiento de la población favorecieron las migraciones hacia el norte y el comercio con las lejanas tierras oasisamericanas. Se trata de un territorio llano, comprendido entre las sierras Madre Oriental y Occidental. El clima es seco, casi desértico, y la vegetación es escasa, por lo que la agricultura en el Norte sólo fue posible mediante la canalización de las corrientes de agua superficial (entre las que destacan el río Pánuco y los afluentes del Lerma) y el almacenamiento del agua de lluvia. La excesiva dependencia del buen clima llevó a los pueblos del Norte de Mesoamérica a abandonar la región a mediados del siglo VIII d. C., en que enfrentaron una prolongada sequía y las invasiones de pueblos aridoamericanos.

Los centros de población en el Norte eran dependientes de la red de comercio que se estableció entre Teotihuacan y las sociedades de Oasisamérica. Sitios como La Quemada en Zacatecas, o La Ferrería en Durango, sirvieron como fuertes para vigilar las rutas comerciales. Cuando la agricultura y el sistema social colapsaron en el Norte, los ocupantes de la región migraron hacia Occidente, el Golfo y el Centro de México.

Occidente


El Occidente es una de las zonas menos conocidas de Mesoamérica. Se trata por ello mismo de una extensa región, que comprende las laderas de la Sierra Madre Occidental, una parte de la Sierra Madre del Sur y la cuenca media y baja del río Lerma. Las estribaciones de la montaña estaban cubiertas de bosques de pinos y encinos, pero la actividad silvícola ha reducido su tamaño. La tierra tiene vocación agrícola por su fertilidad y la disposición de recursos hidráulicos, especialmente en la llanura costera de Sinaloa, el Bajío y la Meseta Tarasca. Los climas varían del frío de montaña, en el oriente de Michoacán, hasta el clima tropical de las costas de Nayarit.

La región fue el hábitat de pueblos de habla uto-azteca, como los coras, huicholes y tepehuanos. La incorporación de estos pueblos a la esfera de la civilización mesoamericana fue muy gradual, y se presume que los primeros desarrollos cerámicos de la región estuvieron vinculados con las tradiciones de los pueblos andinos de Ecuador y Perú. Los cambios que afectaron al resto de las regiones de manera clara son menos observables en Occidente, por ello, las tradiciones culturales del preclásico, como la de Colima, Jalisco y Nayarit o la de Tumbas de Tiro sobrevivieron hasta bien entrado el período Clásico (150-750/900 d. C.). La más conocida de las sociedades de Occidente es la purépecha o tarasca, que rivalizó en el siglo XV d. C. con el poderío de los mexicas.

Oaxaca


La región oaxaqueña fue desde la época mesoamericana una de las más diversas. Se trata de un territorio sumamente montañoso, enmarcado por la Sierra Madre del Sur y el Escudo Mixteco. Incluye una porción de la cuenca del río Balsas, caracterizada por su sequedad y complicado relieve. Sus cauces de agua son cortos y de poca capacidad. En ese sentido, se parece bastante a la región del Centro de México.

Dos fueron los escenarios principales de la historia cultural de los pueblos oaxaqueños. Por un lado, los valles Centrales de Oaxaca vieron el desarrollo de la cultura zapoteca, una de las más antiguas y conocidas del ámbito mesoamericano. Esta cultura se desarrolló a partir de los cacicazgos regionales que controlaban la tierra de cultivo (muy fértil, aunque demasiado seca) de los pequeños valles de Etla, Tlacolula y Miahuatlán. Algunos de los primeros ejemplos de gran arquitectura en Mesoamérica pertenecen a esta región, como el centro ceremonial de San José Mogote. La hegemonía de este centro ceremonial en la región del Valle, pasó a manos de Monte Albán, la capital clásica de los zapotecos. La caída de Teotihuacán en el siglo VIII d. C. permitió el mayor apogeo de la cultura zapoteca. Sin embargo, la ciudad de Monte Albán fue abandonada en el siglo X d. C., y dio lugar a una serie de centros regionales que se disputaban la hegemonía política.

Al poniente de los valles Centrales, se localiza la región Mixteca. Se trata de un terreno sumamente montañoso de altitudes muy variables, que llegan a más de 3000 msnm. Los climas varían del templado de montaña al trópico seco, y en general la lluvia es escasa. Existen pocas corrientes superficiales de agua, y en la actualidad, buena parte de la zona presenta un grado de deforestación alarmante derivado de la agricultura de roza practicada por los antiguos habitantes de la región. La Mixteca es también una zona ocupada desde tiempos inmemoriales. Ya desde el período Preclásico se habían formado en la región algunos núcleos de población importantes, como Yucuita y Cerro de las Minas. Sin embargo, las capitales mixtecas no alcanzaron nunca la magnitud de sus vecinas zapotecas. El mayor apogeo de la cultura mixteca fue alcanzado en el período Posclásico, cuando el señor Ocho Venado de Tututepec y Tilantongo emprendió una campaña de unificación política de las ciudades-estado mixtecas y llegó a ocupar los Valles Centrales de Oaxaca.

Área Maya


El área Maya es una de las más amplias de Mesoamérica. Algunos autores la dividen en dos sectores: la península de Yucatán, en el norte, y las Tierras Altas, en el sur. La primera comprende, además de la Península de Yucatán, el Petén y Belice. Se trata de una zona de tierras bajas y clima caliente, azotada por los huracanes y las tormentas tropicales del mar Caribe. Es una plataforma caliza, apenas elevada hacia el sur, en donde la denominada sierrita rompe la llanura del paisaje. Carece de corrientes de agua superficial, pues el suelo es demasiado permeable, en cambio, son abundantes los cenotes. Por otra parte, las Tierras Altas comprenden los Altiplanos de Guatemala, Chiapas, el occidente de Honduras y el occidente y centro de El Salvador, (la zona central de El Salvador tuvo contacto comercial con Centroamérica, pero fue más grandemente influido por el área maya (muestra de eso son los sitios famosos de San Andrés, Joya de Cerén y Cihuatán)). Es una región de clima templado-frío, y con lluvias abundantes. Las laderas de las montañas están cubiertas de una espesa vegetación que amenaza el desarrollo de la agricultura. Las Tierras Altas mayas no están menos expuestas a la influencia de los ciclones caribeños, y con frecuencia ocasionan destrozos en la zona.

Los primeros desarrollos culturales importantes del área maya ocurrieron en su parte sur. La primera cerámica, producida en la localidad beliceña de Cuello parece indicar que el desarrollo de la alfarería en el Área Maya fue derivado de las tradiciones sudamericanas. La Primera Ciudad con arquitectura Monumental fue Nakbé (ca 1000AC), seguida por El Mirador, (ca 600 AC) la ciudad más grande de todas y la mayor de la América Precolombina, localizadas en la Cuenca del Mirador, en Petén, Guatemala, en donde se inició la cultura del Preclásico con todos los atributos del Clásico, En las tierras bajas del Pacífico de Guatemala se desarrolla Abaj Takalik la única ciudad de Mesoamérica con ocupación Olmeca y luego Maya. Siglos más tarde, se desarrollaron los primeros centros de población que habrían de convertirse en ciudades en el período Clásico. Entre ellos hay que contar a Kaminaljuyú en las tierras altas de Guatemala, Quiriguá, Uaxactún y Tikal, esta última habría de ser la más grande de las ciudades mayas entre los siglos III y VIII d. C. La caída y abandono de las grandes ciudades mayas se debió a una combinación de factores: guerras internas, desastre ecológico, cambio climático, migraciones provenientes del Norte de Mesoamérica. De esta manera, el corazón de la cultura maya se trasladó a las tierras de Yucatán. En esta región habrían de florecer las ciudades tardías de Chichén Itzá, Uxmal y Tulum, entre muchas otras, que en realidad eran pequeños estados hostiles entre sí. Sin embargo Tayasal, capital de los Maya-Itzá, en El Petén, fue la ültima ciudad de América en ser conquistada, en 1697. En la actualidad hay 27 grupos mayas, 21 de ellos en Guatemala, que guardan muchas tradiciones como el Popol Vuh y el Rabinal Achí.

Centro de México


Una de las áreas más importantes durante la historia prehispánica de México fue la que se conoce como Centro de México. Está conformada por los valles de tierra templada a fría situados en la parte meridional de la Altiplanicie Mexicana y en el norte de la cuenca del río Balsas. Es un nicho ecológico caracterizado por su clima templado y la ausencia de corrientes importantes de agua. Las lluvias, por otro lado, se presentan entre los meses de abril a septiembre, y no son demasiado abundantes. Este hecho fue el que motivó el desarrollo temprano de obras hidráulicas, entre las que se cuentan la canalización de los ríos, los sistemas de acequias en las laderas de los cerros para almacenar el agua.

El valle de Tehuacán, localizado al sureste de esta región es importante porque de él proceden los restos más antiguos de cultivo del maíz y algunas de las muestras de la cerámica más antigua de Mesoamérica. El Centro de México incluye además, la cuenca lacustre del valle de México, compuesta por varios lagos y lagunas. En torno al lago de Texcoco crecieron poblaciones tan importantes como Cuicuilco, en el período Preclásico; Teotihuacan en el Clásico y Tula y Tenochtitlan en el período Posclásico.